Skip to main content

Estructura del Terreno

El señor de la Villa, como dueño de ella y su término, se reserva para sí y sus allegados las mejores tierras, quedando para los vasallos las de inferior calidad. Todavía hoy podemos comprobar como en las grandes fincas y en otras que lo fueron pero se han ido dividiendo con el paso del tiempo, no existe ninguna construcción en piedra al encontrarse la costra caliza lo suficientemente profunda como para no ser fracturada en las diferentes labores agrícolas, por lo que la tierra se encuentra libre de piedra. Estas fincas son posesiones del Señor y unos pocos grandes propietarios. Por el contrario, en los alrededores del pueblo vemos como el terreno está dividido en multitud de pequeñas parcelas rodeadas de piedra por todas partes, salpicadas de majanos, abrigos, chozas y cubillos.

Podemos hacer una aproximación del proceso por el cual se llega a esta particular estructura, partiendo de la fundación del pueblo y del interés del Señor de la Villa de atraer colonias para su repoblación ofreciéndoles esas tierras de peor calidad a cambio de cobrarles el vasallaje, que será la décima parte de la cosecha de cualquier especie que siembren.

Imaginemos al colono y su familia intentando roturar su parcela de tierra con los pocos medios disponibles: sus brazos, algún pico y azada y un asno para tirar del rudimentario arado. A pocos centímetros de profundidad, incluso en la superficie, encuentran esa costra caliza que han de romper en miles de fragmentos o losas (piedras planas de mayor anchura que grosor), que han de retirar del terreno si quieren hacerlo apto para ser cultivado, y a ¿dónde llevarlas si no disponen de ningún medio de transporte adecuado? No tienen más solución que amontonarlas en la periferia de la parcela, ordenándolas para que ocupen el mínimo espacio. Si en otros lugares basta una pequeña hilera de piedras o colocar algún que otro hito para delimitar los terrenos, aquí no hay más remedio que construir enormes lindes que más bien parecen restos de las murallas de una extensa y laberíntica fortaleza.

El tamaño de la nueva parcela roturada es directamente proporcional al número de brazos disponibles para romper la costra y trasladar las losas, de tal forma que las familias más numerosas conseguirán terrenos mayores, con el consiguiente aumento de las distancias a recorrer cargados con piedras, por lo que decidirán construir un majano en el centro de la parcela o donde la piedra sea más abundante, para evitar así el mayor esfuerzo de transportar losas hasta las lindes.

El colono, que ya es agricultor dedicado por entero al cuidado y cultivo de su terruño durante todo el día, de sol a sol, necesita descansar y reponer fuerzas, por lo que se ha de procurar un lugar mínimamente confortable para esos momentos de relativo asueto. Las características topográficas y climáticas del lugar hacen que no disponga de un abrigo natural, no hay rocas ni montículos, ni siquiera una cubierta vegetal adecuada puesto que la flora de mayor envergadura del lugar se limita a romeros, atochas de esparto y alguna que otra mata baja de coscoja, cuestión esta que reflejaron quienes pusieron nombre al lugar, pues según Miguel Asín Palacios el topónimo Minaya deriva de la palabra árabe «Minhayat» con el significado de «camino abierto y visible», y seguramente lo llamaron así por ser terreno llano y despejado de vegetación.

Carente de refugio natural, el agricultor aprovecha las abundantes losas y construye su particular lugar de descanso: bien un abrigo, bien una choza o un pequeño cubillo, sirviéndole también estos últimos elementos de cobijo en caso de intenso frío, lluvia o fuerte sol.

El hecho de encontrarse la zona en la que el Señor de la Villa «dona» a sus vasallos esas tierras de inferior calidad próxima a otros términos municipales: La Roda, San Clemente y Villarrobledo, unido a la pequeña extensión del término de Minaya y al paulatino aumento de su población originan que se roturen tierras (también propiedad del Señor) de estos términos colindantes, extendiéndose así esta peculiar estructura de piezas de rompecabezas perfectamente encajadas, de tal forma que es imposible saber, a simple vista, dónde acaba un término y empieza el otro.

Hemos de indicar que hasta el siglo XIX, el término de San Clemente lindaba con Minaya, y fue entonces cuando se crearon los términos de Casas de Haro, Casas de Fernando Alonso y Casas de los Pinos, pertenecientes a la provincia de Cuenca, con los que Minaya linda en la actualidad, pero esas tierras que roturaron agricultores de Minaya siguen perteneciendo al patrimonio de los minayeros.

Llega un momento en que las tierras de cultivo se encuentran a tal distancia del pueblo que es necesario emplear mucho tiempo en ir y volver, por lo que el agricultor decide no perder ese precioso tiempo y quedarse a vivir en el campo mientras duren las labores pertinentes a cada época del año. Ha de construir un habitáculo capaz para él, su familia, e incluso sus animales de labor, y ha de ser más amplio y estable que una simple choza o pequeño cubillo. Tiene a mano tierra con la que levantar tapias y hacerse una casuta (así se llama a las pequeñas casas hechas donde no hay piedra), pero no puede malgastar la poca tierra fértil de su parcela y, además, tiene allí mismo gran cantidad de losas a las que tan bien conoce y con las que tan bien se maneja y, armado de paciencia y habilidad, nuestro arquitecto-agricultor construye un gran cubillo o cubo.

Sin lugar a dudas, otro personaje que utiliza estas construcciones de abrigo, refugio o vivienda provisional, es el pastor que deambula por los campos en busca de pastos para su ganado. Ha de quedarse a vivir en aquellos lugares distantes del pueblo a los que no puede estar yendo y viniendo, y por ello construye un cubillo para él y sus ayudantes (zagal, atero, migajero) y un corral para mantener reunidas a sus cabras y ovejas.

El conjunto de factores estudiados determina que podamos encontrar, en el termino de Minaya y alrededores, tres diferentes zonas:

Una zona de, aproximadamente, dos kilómetros alrededor del núcleo urbano, extendiéndose algo más hacia el norte y oeste ocupando tierras de la provincia de Cuenca, donde es notable la abundancia de losas. Aquí las parcelas son de pequeño tamaño y de formas irregulares, pertenecerían, en su mayor parte, a pequeños agricultores. Es en esta zona donde encontramos un gran número de elementos de arquitectura rural objeto del presente trabajo.
Una segunda zona, que rodea a la anterior extendiéndose más hacia el sur, donde la piedra es menos abundante. Las parcelas son de mayor tamaño y de formas más regulares, y su propiedad se distribuiría entre pequeños y grandes propietarios. Aquí es menor el número de construcciones rurales, pero los cubillos que en ella se encuentran son de mayor tamaño y mejor acondicionados.
La tercera zona encierra al conjunto de las otras dos, y se caracteriza por la escasez de losas y el gran tamaño de las parcelas, llegando a formarse extensas fincas que serían propiedad de unos pocos grandes propietarios, especialmente del Señor de Minaya. Aquí, en principio, no aparecerían elementos de nuestro interés, sí acaso algún que otro abrigo y majano. Con el tiempo, algunas de estas grandes fincas se fueron fragmentado en parcelas que pasarían a ser propiedad de pequeños y medianos agricultores que construirían, con las escasas losas existentes, unos pocos cubillos.

Ir al contenido